«(…) Otra gran ilusión en que se apoya el sistema escolar es aquella de que la mayor parte del saber es el resultado de la enseñanza. La enseñanza puede, en verdad, contribuir a ciertos tipos de aprendizaje en ciertas circunstancias. Pero la mayoría de las personas adquieren la mayor parte de su conocimiento fuera de la escuela, y cuando este conocimiento se da en ella, sólo es en la medida en que, en unos cuantos países ricos, la escuela se ha convertido en su lugar de confinamiento durante una parte cada vez mayor de sus vidas.» IVAN ILLICH (1971)
«La mayoría de quienes leen profusamente y con placer tan sólo creen que aprendieron a hacerlo en la escuela; cuando se les discute esto, descartan fácilmente este espejismo.» IVAN ILLICH (1971)
«Sin duda que no sólo el maestro, sino también el impresor y el farmacéutico protegen sus oficios mediante el espejismo público de que el adiestramiento para aprenderlos es muy costoso.» IVAN ILLICH (1971)
«Los profesores de habilidades se hacen escasos por la creencia en el valor de los títulos. La certificación es una manera de manipular el mercado y es concebible sólo para una mente escolarizada. La mayoría de los profesores de artes y oficios son menos diestros, tiene menor inventiva y son menos comunicativos que los mejores artesanos y maestros.» IVAN ILLICH (1971)
«La instrucción libre y rutinaria es una blasfemia subversiva para el educador ortodoxo. Ella desliga la adquisición de destrezas de la educación ‘humana’, que la escuela empaca conjuntamente, y fomenta así el aprendizaje sin título o permiso no menos que la enseñanza sin título para fines imprevisibles.» IVAN ILLICH (1971)
«La desescolarización de la sociedad implica el reconocimiento de la naturaleza ambivalente del aprendizaje. La insistencia en la sola rutina podría ser un desastre; igual énfasis debe hacerse en otros tipos de aprendizaje. Pero si las escuelas son el lugar inapropiado para aprender una destreza, son lugares aún peores para adquirir una educación. La escuela realiza mal ambas tareas, en parte porque no distingue entre ellas. La escuela es ineficiente para instruir en destrezas por ser curricular. En la mayoría de las escuelas, un programa cuyo objetivo es mejorar una habilidad está siempre concatenado a otra tarea no pertinente. La historia está amarrada al derecho de usar el patio de juegos.» IVAN ILLICH (1971)
«No es el reclutamiento en una institución especializada, sino sólo la movilización de toda la población lo que puede conducir a una cultura popular. Los maestros titulados se han apropiado del derecho que todo hombre tiene de ejercer su competencia para aprender e instruir igualmente. La competencia del maestro está a su vez restringida a lo que pueda hacerse en la escuela. Y, además, el trabajo y el tiempo libre están, a consecuencia de ello, alienados el uno del otro: tanto del trabajador como del espectador se espera que lleguen al lugar de trabajo prestos para encajar en una rutina preparada para ellos. La adaptación en forma de diseño, instrucción y publicidad de un producto los moldea para desempeñar su papel de modo muy semejante y como lo hace la educación mediante la escolaridad.» IVAN ILLICH (1971)
«La educación incidental ya no puede regresar a las formas que el aprendizaje adoptó en la aldea o en la ciudad medieval. La sociedad tradicional se asemeja más a un grupo de círculos concéntricos de estructuras significativas, mientras el hombre moderno debe aprender el cómo hallar significación en muchas estructuras con las que está relacionado de manera sólo marginal. En la aldea, el lenguaje, la arquitectura, el trabajo, la religión y las costumbres familiares eran compatibles entre sí, se explicaban y reforzaban mutuamente. El desarrollarse en una implicaba un desarrollo en las otras. Incluso el aprendizaje especializado era el subproducto de actividades especializadas, tales como la fabricación de zapatos o el canto de los salmos. Si un aprendiz no llegaba jamás a ser maestro o erudito, contribuía sin embargo a la fabricación de zapatos o a hacer solemnes los servicios litúrgicos. La educación no competía en tiempo ni con el trabajo ni con el ocio. Casi toda la educación era compleja, vitalicia y no planificada.» IVAN ILLICH (1971)
«El mayor obstáculo en el camino de una sociedad que educa verdaderamente lo definió muy bien un amigo mío, negro de Chicago, quien me dijo que nuestra imaginación estaba ‘totalmente escuelada’. Permitimos al Estado verificar las deficiencias educativas universales de sus ciudadanos y establecer un organismo especializado para tratarlos. Compartimos así la ilusión de que podemos distinguir entre qué es educación necesaria para otros y qué no lo es, tal como generaciones anteriores establecieron leyes, las cuales definían qué era sagrado y qué profano.» IVAN ILLICH (1971)
«La sabiduría institucional nos dice que los niños necesitan la escuela. La sabiduría institucional nos dice que los niños aprenden en la escuela. Pero esta sabiduría institucional es en sí el producto de las escuelas, porque el sólido sentido común nos dice que sólo a niños se les puede enseñar en la escuela. Sólo segregando a los seres humanos en la categoría de la niñez podremos someterlos alguna vez a la autoridad de un maestro de escuela.» IVAN ILLICH (1971)
«La universidad moderna confiere el privilegio de disentir a aquellos que han sido comprobados y clasificados como fabricantes de dinero o detentadores de poder en potencia. A nadie se le conceden fondos provenientes de impuestos para que tengan así tiempo libre para autoeducarse o el derecho de educar a otros, a menos que al mismo tiempo puedan certificarse sus logros. Las escuelas eligen para cada nivel superior sucesivo a aquellos que en las primeras etapas del juego hayan demostrado ser buenos riesgos para el orden establecido.» IVAN ILLICH (1971)
«El sistema escolar de hoy en día desempeña la triple función que ha sido común a las iglesias poderosas a lo largo de la historia. Es simultáneamente el depósito del mito de la sociedad, la institucionalización de las contradicciones de este mito, y el lugar donde ocurre el ritual que reproduce y encubre las disparidades entre el mito y la realidad. El sistema escolar, y en particular la universidad, proporciona hoy grandes oportunidades para criticar el mito y para rebelarse contra las perversiones institucionales. Pero el ritual que exige tolerancia para con las contradicciones fundamentales entre mito e institución para todavía por lo general sin ser puesto en tela de juicio, pues ni la crítica ideológica ni la acción social pueden dar a luz una nueva sociedad. Sólo el desencanto con el ritual social central, el desligarse del mismo, y reformarlo pueden llevar a cabo un cambio radical.» IVAN ILLICH (1971)
«No podemos iniciar una reforma de la educación a menos que entendamos primero que ni el aprendizaje individual ni la igualdad social pueden acrecentarse mediante el ritual de la escolarización. No podremos ir más allá de la sociedad de consumo a menos que entendamos primero que las escuelas públicas obligatorias reproducen inevitablemente dicha sociedad, independientemente de lo que se enseñe en ellas.» IVAN ILLICH (1971)
«La escuela inicia asimismo el Mito de Consumo Sin Fin. Este mito moderno se funda en la creencia de que el proceso produce inevitablemente algo de valor y que, por consiguiente, la producción produce necesariamente demanda. La escuela nos enseña que la instrucción produce aprendizaje. La existencia de las escuelas produce la demanda de escolaridad. Una vez que hemos aprendido a necesitar la escuela, todas nuestras actividades tienden a tomar forma de unas relaciones de clientes respecto de otras instituciones especializadas. Una vez que se ha desacreditado al hombre o a la mujer autodidactos, toda actividad no profesional se hace sospechosa. En la escuela se nos enseña que el resultado de la asistencia es un aprendizaje valioso; que el valor del aprendizaje aumenta con el monto de la información de entrada; y, finalmente, que este valor puede medirse y documentarse mediante grados y diplomas. De hecho, el aprendizaje es la actividad humana que menos manipulación de terceros necesita. La mayor parte del aprendizaje no es la consecuencia de una instrucción. Es más bien el resultado de una participación no estorbada en un entorno significativo. La mayoría de la gente aprende mejor ‘metiendo la cuchara’, y sin embargo la escuela les hace identificar su desarrollo cognoscitivo personal con una programación y manipulación complicadas.» IVAN ILLICH (1971)
«Una vez que un hombre o una mujer ha aceptado la necesidad de la escuela, es fácil presa de otras instituciones. Una vez que los jóvenes han permitido que sus imaginaciones sean formadas por la instrucción curricular, están condicionados para las planificaciones institucionales de toda especie. La ‘institución’ les ahoga el horizonte imaginativo. No pueden ser traicionados, sino sólo engañados en el precio, porque se le ha enseñado a reemplazar la esperanza por las expectativas. Para bien o para mal, ya no serán cogidos de sorpresa por terceros, pues se les ha enseñado qué pueden esperar de toda otra persona que ha sido enseñada como ellos. Esto es válido para el caso de otra persona o de una máquina.» IVAN ILLICH (1971)
«El hombre adicto a ser enseñado busca su seguridad en la enseñanza compulsiva. La mujer que experimenta su conocimiento como el resultado de un proceso quiere reproducirlo en otros.» IVAN ILLICH (1971)
«Los valores institucionalizados que infunde la escuela son valores cuantificados. La escuela inicia a los jóvenes en un mundo en el que todo puede medirse, incluso sus imaginaciones y hasta el hombre mismo. Pero el desarrollo personal no una entidad mensurable. Es crecimiento en disensión disciplinada, que no puede medirse respecto de ningún cartabón, de ningún currículum, ni compararse con lo logrado por algún otro. En ese aprendizaje uno puede emular a otros sólo en el empeño imaginativo, y seguir sus huellas más bien que remendar sus maneras de andar. El aprendizaje que yo aprecio es una recreación inmensurable.» IVAN ILLICH (1971)
«Las escuelas pretenden desglosar el aprendizaje en ‘materias’, para incorporar en el alumno un currículum hecho con estos ladrillos prefabricados, y para medir el resultado con una escala internacional. Las personas que se someten a la norma de otros para la medida de su propio desarrollo personal pronto se aplican el mismo cartabón a sí mismos. Ya no es necesario ponerlos en su lugar, pues se colocan solos en sus casilleros correspondientes, se comprimen en el nicho que se les ha enseñado a buscar y, en el curso de este mismo proceso, colocan asimismo a sus prójimos en sus lugares, hasta que todo y todos encajan. Las personas que han sido escolarizadas hasta su talla dejan que la experiencia no mensurada se les escape entre los dedos. Para ellas, lo que no puede medirse se hace secundario, amenazante. No es necesario robarles su creatividad. Con la instrucción, han desaprendido a ‘hacer’ lo suyo o a ‘ser’ ellas mismas, y valoran sólo aquello que ha sido fabricado o podría fabricarse. Una vez que se ha escolarizado a las personas con la idea de que los valores pueden reproducirse y medirse, tienden a aceptar toda clase de clasificaciones jerárquicas. Existe una escala para el desarrollo de las naciones, otra para la inteligencia de los nenes, e incluso el avance hacia la paz puede medirse según un recuento de personas. En un mundo escolarizado, el camino hacia la felicidad está pavimentado con un índice de precios para el consumidor.» IVAN ILLICH (1971)
«El resultado del proceso de producción de un currículum se asemeja a cualquier otro artículo moderno de primera necesidad. Es un paquete de significados planificados, una mercancía cuyo ‘atractivo equilibrado’ la hace comercializable para una clientela lo bastante grande como para justificar su elevado coste de producción. A los consumidores-alumnos se les enseña a ajustar sus deseos a valores comercializables. De modo que se les hace sentirse culpables si no se comportan de conformidad con las predicciones de la investigación sobre consumidores mediante la consecución de grados y diplomas que les colocará en la categoría laboral que se les ha inducido a esperar.» IVAN ILLICH (1971)
«Así como los negocios son los negocios, la acumulación inacabable de dinero, así la guerra es el matar, la acumulación inacabable de cuerpos muertos.» IVAN ILLICH (1971)
«Pero el crecimiento concebido como un consumo sin términos -el progreso eterno- no puede conducir jamás a la madurez. El compromiso con un ilimitado aumento cuantitativo vicia la posibilidad de un desarrollo orgánico.» IVAN ILLICH (1971)
“La escuela sirve como una eficaz creadora y preservadora del mito social debido a su estructura como juego ritual de las promociones graduadas. La introducción a este ritual es mucho más importante que el asunto enseñado o el cómo se enseña. Es el juego mismo el que escolariza, el que se mete en la sangre y se convierte en hábito. Se inicia a una sociedad entera en el Mito del Consumo Sin Fin de servicios.» IVAN ILLICH (1971)
«La escuela funde el crecimiento en humillante dependencia de un maestro con el crecimiento en el vano sentimiento de omnipotencia que es tan típico del alumno que quiere ir a enseñar a todas las naciones a salvarse. El ritual está moldeado según los severos hábitos de trabajo de los obreros de la construcción, y su finalidad es celebrar el mito de un paraíso terrestre de consumo sin fin, que es la única esperanza del desagraciado y el desposeído.» IVAN ILLICH (1971)
«La escuela no sólo es la Nueva Religión Mundial. Es también el mercado de trabajo de crecimiento más veloz del mundo. La tecnificación de los consumidores ha llegado a ser el principal sector del crecimiento de la economía. Conforme el coste de la producción disminuye en las naciones ricas, se produce una concentración creciente de capital y trabajo en la vasta empresa de equipar al hombre para un consumo disciplinado.» IVAN ILLICH (1971)
«La Nueva Iglesia Mundial es la industria del conocimiento, proveedora de opio y banco de trabajo durante un número creciente de años de la vida de un individuo. La desescolarización es por consiguiente fundamental para cualquier movimiento de liberación del hombre.» IVAN ILLICH (1971)
«La escuela no es de ningún modo, por cierto, la única institución moderna cuya finalidad primaria es moldear la visión de la realidad en el hombre. El currículum escondido de la vida familiar, de la conscripción militar, del llamado profesionalismo o de los medios informativos desempeña un importante papel en la manipulación institucional de la visión del mundo que tiene el hombre, de sus lenguajes y de sus demandas. Pero la escuela esclaviza más profunda y sistemáticamente (…).» IVAN ILLICH (1971)
«Muchos de lo que se autodenominan revolucionarios son víctimas de la escuela. Incluso ven la ‘liberación’ como el producto de algo institucional. Sólo al librarse uno mismo de la escuela se disipa esa ilusión. El descubrimiento de que la mayor parte del aprendizaje no requiere enseñanza no puede ser ni manipulado ni planificado. Cada uno de nosotros es responsable de su propia desescolarización, y sólo nosotros tenemos el poder de hacerlo. No puede excusarse a nadie si no logra liberarse de la escolarización. El pueblo no pudo liberarse de la Corona sino hasta que al menos algunos de ellos se hubieron liberado de la Iglesia establecida. No pueden liberarse del consumo progresivo hasta que no se liberen de la escuela obligatoria.» IVAN ILLICH (1971)
«La escuela es el más grande y más anónimo de todos los patrones. De hecho es el mejor empleo de un nuevo tipo de empresa, sucesora del gremio, de la fábrica y de la sociedad anónima. Las empresas multinacionales que han dominado la economía están siendo complementadas ahora, y puede que algún sean suplantadas por organismos de servicio con planificación supranacional. Estas empresas presentan sus servicios de manera que hacen que todos los hombres se sientan obligados a consumirlos. Se rigen por una normativa internacional, redefiniendo el valor de sus servicios periódicamente y por doquiera a un ritmo aproximadamente parejo.» IVAN ILLICH (1971)
«El ‘transporte’ que se apoya en nuevos coches y supercarreteras atiende a la misma necesidad institucionalmente envasada de comodidad, prestigio, velocidad y utillaje, independientemente de que sus componentes los produzca o no el Estado. El aparato de la ‘atención médica’ define una especie peculiar de salud, ya sea el individuo o el Estado quien pague el servicio. La promoción graduada a fin de obtener diplomas ajusta al estudiante para ocupar un lugar en la misma pirámide internacional de mano de obra cualificada, independientemente de quien dirija la escuela.» IVAN ILLICH (1971)
«Si no ponemos en tela de juicio el supuesto de que el conocimiento valedero es una mercancía que en ciertas circunstancias puede metérsele a la fuerza al consumidor, la sociedad se verá cada día más dominada por siniestras seudoescuelas y totalitarios administradores de la información. Los terapeutas pedagógicos drogarán más a sus alumnos a sin de enseñarles mejor, y los estudiantes se drogarán más a fin de conseguir aliviarse de las presiones de los profesores y de la carrera por los diplomas. Ejércitos cada día mayores de burócratas presumirán de pasar por maestros. El lenguaje del escolar ya se lo ha apropiado el publicista. Ahora el general y el policía tratarán de dignificar sus profesiones disfrazándose de educadores. En una sociedad escolarizada, el hacer guerras y la represión civil encuentran una justificación racional educativa. La guerra pedagógica al estilo de Vietnam se justificará cada vez más como la única manera de enseñar a la gente el valor superior del progreso inacabable.» IVAN ILLICH (1971)
«La represión será considerada como un empeño de misioneros por apresurar la venida del Mesías mecánico. Más y más países recurrirán a la tortura pedagógica puesta ya en práctica en Brasil y Grecia. Esta tortura pedagógica no se usa para extraer información o para satisfacer las necesidades psíquicas de unos sádicos. Se apoya en el terror aleatorio para romper la integridad de toda una población y convertirla en un material plástico para las enseñanzas inventadas por tecnócratas. La naturaleza totalmente destructiva y en constantes progreso de la instrucción obligatoria cumplirá cabalmente su lógica final a menos que comencemos a librarnos desde ahora de nuestra ubris pedagógica, nuestra creencia de que el hombre puede hacer lo que no puede Dios, a saber, el manipular a otros para salvarlos.» IVAN ILLICH (1971)
«Los rituales pueden ocultar a sus participantes incluso discrepancias y conflictos entre principio social y organización social. Mientras un individuo no sea explícitamente consciente del carácter ritual del proceso a través del cual fue iniciado a las fuerzas que moldean su cosmos, no puede romper el conjuro y moldear un nuevo cosmos. Mientras no nos percatemos del ritual a través del cual la escuela moldea al consumidor progresivo -el recurso principal de la economía- no podemos romper el conjuro de esta economía y dar forma a una nueva.» IVAN ILLICH (1971)
«Todos los planificadores futuristas de hoy tratan de hacer económicamente factible lo técnicamente posible, negándose a la vez a enfrentar las consecuencias sociales inevitables: el creciente anhelo de todos los hombres por bienes y servicios que seguirán siendo privilegio de unos pocos. Creo que un futuro deseable depende de nuestra deliberada elección de un vida de acción en vez de una vida de consumo, de que engendremos un estilo de vida que nos permita ser espontáneos, independientes y sin embargo relacionarnos uno con otro, en vez de mantener un estilo de vida que sólo nos permite hacer y deshacer, producir y consumir -un estilo de vida que es sólo una estación en el camino hacia el agotamiento y la contaminación del entorno. El futuro depende más de nuestra elección de instituciones que mantengan una vida de acción y menos de que desarrollen nuevas ideologías y tecnologías. Necesitamos un conjunto de pautas que nos permitan reconocer aquellas instituciones que apoyan el desarrollo personal en vez del enviciamiento, como también la voluntad de dedicar nuestros recursos tecnológicos preferiblemente a dichas instituciones de desarrollo.» IVAN ILLICH (1971)
«La guerra moderna se ha convertido en una empresa sumamente profesional cuyo negocio es matar. Ha llegado al punto en que su eficiencia se mide en recuento de cuerpos. Sus capacidades pacificadoras dependen de su poder para convencer a amigos y enemigos de la ilimitada potencia letal de la nación. Las balas y los productos químicos modernos son tan eficaces que si unos elementos por valor de escasos centavos son adecuadamente entregados al ‘cliente’ a que se destinan, matan o mutilan infaliblemente. Pero los costos de entrega aumentan vertiginosamente; el coste de un vietnamita muerto subió de 360 000 dólares en 1967 a 450.000 dólares en 1969. Sólo unas economías a una escala cercana al suicidio de la raza harían económicamente eficiente el arte militar moderno. Se está haciendo más obvio el efecto boomerang en la guerra: cuanto mayor es el recuento de cuerpos de vietnamitas muertos, tantos más enemigos consigue Estados Unidos por todo el mundo; asimismo, tanto más debe gastar Estados Unidos en crear otra institución manipulativa -motejada cínicamente de ‘pacificación’- en un vano intento por absorber los efectos secundarios de la guerra.» IVAN ILLICH (1971)
«(…) Hasta hace un par de siglos, las cárceles servían como un medio para detener a las personas hasta que eran sentenciadas, mutiladas, muertas o exiliadas, y en ocasiones eran usadas deliberadamente como una forma de tortura. Sólo recientemente hemos comenzado a pretender que el encerrar a la gente en jaulas tendrá un efecto benéfico sobre su carácter y comportamiento. Ahora, más que unos pocos están empezando a entender que la cárcel incrementa tanto la calidad de los criminales como su cantidad, y que de hecho a menudo los crea a partir de unos simples incomformistas. No obstante, es mucho menor el número de los que al parecer entienden el que las clínicas psiquiátricas, hogares de reposo y orfanatos hacen algo muy parecido. Estas instituciones proporcionan a sus clientes la destructiva autoimagen del psicótico, del excedido en años, o del niño abandonado, y proveen la justificación lógica para la existencia de profesiones completas, tal como las cárceles proporcionan ingresos para guardianes.» IVAN ILLICH (1971)
«La adicción social, o escalada, consiste en la tendencia a prescribir un tratamiento intensificado si unas dosis menores no han rendido los resultados deseados. La adicción psicológica, o habituamiento, se produce cuando los consumidores se envician con la necesidad de una cantidad cada vez mayor de del proceso o producto.» IVAN ILLICH (1971)
«Los caminos que son genuinamente para todo servicio, son verdaderos servicios de utilidad pública. Las supercarreteras son cotos privados, cuyo coste se le ha encajado parcialmente al público.» IAVN ILLICH (1971)
«(…) Los fabricantes de automóviles producen simultáneamente tanto los coches como la demanda de coches. Asimismo producen la demanda de carreteras de varias vías, puentes y campos petrolíferos.» IVAN ILLICH
«Las carreteras son las consecuencias del deseo y necesidad de movilizarse que es pervertido para convertirlo en la demanda de coches privados. Las escuelas pervierten la natural inclinación a desarrollarse y aprender convirtiéndola en la demanda de instrucción. La demanda de una madurez manufacturada es la abnegación mucho mayor de la actividad iniciada por uno mismo que la demanda de bienes manufacturados.» IVAN ILLICH (1971)
“El hombre primitivo, inerme, expuesto y desnudo, tuvo bastante astucia para dominar a todos sus rivales naturales. Pero ahora, por fin, había creado un ser cuya presencia provocaría una y otra vez el terror en su alma: el «enemigo humano», su otro yo y contrapartida, poseído por otro dios, congregado en otra ciudad, capaz de atacarlo como Ur fue atacada, sin provocación. La misma implosión que había magnificado los poderes del dios, el rey y la ciudad, y mantenido las complejas fuerzas de la comunidad en un estado de tensión, ahondó también las ansiedades colectivas y extendió los poderes de destrucción. ¿Acaso los mayores poderes colectivos del hombre civilizado no se presentaban en sí mismos como una especie de afrenta a los dioses, a quienes sólo se apaciguaría mediante la implacable destrucción de los fatuos dioses rivales? ¿Quién era el enemigo? Todo aquel que rendía culto a otro dios; que rivalizaba con el poder del rey u ofrecía resistencia a su voluntad. Así, la simbiosis cada vez más compleja que tenía lugar en el seno de la ciudad y en su vecino dominio agrícola fue contrapesada por una relación destructiva y predatoria con todos los posibles rivales; a decir verdad, a medida que las actividades de la ciudad se hacían más racionales y benignas en su interior, se tornaban, casi en el mismo grado, más irracionales y malignas en sus relaciones exteriores. Esto es válido hasta el mismo día de hoy para los conglomerados más extensos que han sucedido a la ciudad.” LEWIS MUMFORD (1961)
“En realidad cada ciudad está en un estado natural de guerra con todas las demás.» PLATON